Yo estoy aquí,
en este puerto blanco que las olas
celebran
con su eterna desidia,
en esta noche clara que nadie reconoce,
porque nadie quisiera convertirse en
esclavo
de un amanecer.
Y sigo aquí,
celebrando que el río de las siestas
me ha traído a este puerto en que la
luz me está acariciando
como una leche limpia
que me acepta sin brillo y sin valor.
Yo estoy en este puerto,
en esta ciudad sólo, y respiro en la
noche
que ignoran los felices.
Nadie viene a sudar con mi entusiasmo,
ni a vivir junto al ritmo que respiro,
pero desde este puerto,
que la luz de la Luna ha hipnotizado,
continúo invocando
el prodigio de amar, el ser con vuelta
que desnuda su alma para el mundo.
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