sábado, 3 de julio de 2010

Un poema inédito

ENTRE TANTO LADRILLO Y ENTRE TANTO CEMENTO,
¿Es posible que haya quien converse con alguien
y quiera todavía guardarse unas distancias, o mentir,
o ejercitar estrategias de desdén, de suficiencia,
o le conceda versos al resentimiento?

En las distancias del asfalto, entre el ansia del tráfico,

¿Hay algún sitio acaso para otro ejercicio
que el de la humanidad?

Es tan dura la prueba de viajar en el metro

y aceptar que las caras no son más que torpezas
que ocupan un espacio;
sospechar que no somos más que seres
que han cumplido con todos los requisitos
para continuar en la existencia,
y no por eso acaban de existir de verdad,
con todo el volumen de su esperanza y su energía;
sólo cumplen horarios y acumulan retrasos.

Entre tantos extraños y tanta desnudez,

¿Quién podría negarle al semejante
la imagen de su espejo, la conducta de hermano,
la frecuencia y el timbre de su voz verdadera?
Si estamos tan desnudos e indefensos,
¿Qué clase de batalla podemos presentar?

Si uno mira los muros, si uno mira el suelo,

si uno piensa en la inmensa soledad
que le aturde y que es materia prima
de todo lo que crece y se construye,
¿Qué coartada le queda a la traición?

Sin embargo aún queremos ensayar nuestras tácticas,

como si no estuviera ya todo perdido,
como si hubiera algún tesoro mayor que la inocencia,
como si nos empeñáramos en ignorar
que hay una desnudez que no puede taparse,
que hay una desgracia y un desorden tan grandes
en la constitución de nuestros huesos,
que de puro mortales somos invulnerables.